La idea del hombre como peregrino y de la vida como peregrinación es común a muchos pueblos y tradiciones y concuerda con el mito del origen divino del hombre, su caída y la aspiración de retornar a la morada celestial, en virtud de lo cual el ser humano posee un carácter de extranjería en la Tierra. Relacionado al símbolo del peregrino están también el de báculo, el pozo, el camino, el manto, el laberinto.
Peregrinar es comprender el laberinto como tal y tender a superarlo para llegar al centro. En el sentido religioso corresponde a la situación terrenal del hombre que cumple su tiempo de pruebas, para acceder con la muerte a la tierra prometida o al paraíso perdido. Define también al hombre que se siente extraño en el medio en que vive, donde está de paso y en busca de la ciudad ideal.
El símbolo no sólo expresa el carácter transitorio de toda situación, sino el desapego interior con respecto al presente.
En este sentido la peregrinación es un viaje al centro místico, al centro como primer motor inmóvil. Otra idea ligada al peregrinaje es la del despojo. Éstas son las condiciones que preparan la iluminación y la revelación divinas, que son la recompensa final del viaje.
«… Dediquemos un pensamiento a aquellos que, siglo tras siglo, asumieron el papel de peregrinos, tanto si eran paganos como cristianos, emprendieron el viaje por carreteras que apenas eran senderos, cruzando ríos difícilmente vadeables, atravesando bosques repletos de lobos hambrientos, a través de pantanos de arenas movedizas infestadas de venenosas serpientes siempre al acecho; sujetos a la lluvia, tormentas de viento, granizo, heladas y el sol abrazador. Teniendo como único cobijo durante la noche la capa con la que cubrían su cabeza. Todo esto habiendo dejado a su familia y su hogar sin saber si volverían a verlos de nuevo, para alcanzar al menos una vez en la vida un lugar donde habitara la divinidad…».
Louis Cahrpentier- Los Misterios del la Catedral de Chartres
Como puede apreciarse en ciertos lugares como Egipto, la India, América, los pueblos antiguos reconocieron fácilmente la relación entre la Naturaleza, la Tierra y el Cielo. En virtud de ello, ciertos lugares, cuya geografía es especialmente significativa adquieren una relevancia especial y son elegidos como lugares de culto en los que el hombre puede conectarse más fácilmente con la divinidad. Algunos de esos lugares fueron conocidos por los pueblos arcaicos como antiguos sitios de poder en los cuales existía la convergencia de fuerzas telúricas que facilitaban esa conexión. Cada una de las culturas que fue ocupando estos territorios aprovechó estos sitios y los reconstruyó para su propio culto. Finalmente el cristianismo construyó también sus santuarios sobre estos poderosos corredores energéticos, como podremos apreciar en Glastonbury, la Catedral de Salisbury y en la Capilla Rosslyn.
Uno de esos conocimientos importantes es el de las corrientes telúricas que los atraviesan y los unen unos a otros como una red satelital de comunicación. Los antiguos los llamaron sendas del Dragón. Actualmente los conocemos como Ley lines.