Se denomina Vía Francígena a la ruta de peregrinación de gran distancia entre la Ciudad inglesa de Canterbury y Roma en Italia. Era la ruta más popular de las que atravesaban Europa, camino a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo.
La invasión musulmana y la creciente idea de que hacia el año 1000 se produciría el fin del mundo hizo que ésta fuera la mayor ruta de peregrinación del cristianismo, superando incluso al Camino de Santiago. Sin embrago, y de igual forma que ocurrió con el Camino francés que conduce a Compostela, no sólo fue transitado por peregrinos sino también por comerciantes, banqueros, escritores y trovadores, desde el norte de Europa hasta Roma. Así se convirtió en una ruta de inmensa influencia cultural y cosmopolitismo.
La Vía Francígena se vincula a una red de caminos que conducían a Roma, capital de Imperio. Se creó originalmente por razones militares y comerciales. Sin embargo, a partir del momento en que Roma se convirtió al cristianismo el camino se utilizó como vía de peregrinación a la tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. Así se convirtió en el principal eje europeo entre el Mar del Norte y el Mediterráneo, con extensión incluso hacia el Oriente próximo.
Podemos imaginar una Edad Media llena de peregrinos que iban a honrar las reliquias de los apóstoles al tiempo que se cruzaban con reyes y obispos que se dirigían hacia Roma al encuentro del Papa. Así ambos caminos, el francígeno y la ruta jacobea narran la historia de siglos de literatura y de arquitectura. Las peregrinaciones unieron a Europa frente a la ocupación árabe y le dieron a los reinos cristianos una identidad y conexión mayor.
SIGÉRICO
El viaje del arzobispo de Canterbury, Sigérico, en el año 990 fue de alguna manera la inauguración de la Vía Francígena como tal. Hizo 1600 kms en setenta y nueve días. A él debemos el primer documento escrito sobre la ruta, que transitó en ocasión de viajar a Roma para recibir el palio, la estola blanca con cruces negras de manos del propio Papa, Juan XV, quien lo convirtió en Arzobispo de Canterbury. Tenía alrededor de cuarenta años. Fue acompañado por otros religiosos, sirvientes y militares, que le garantizaban la seguridad. Realizó el camino a lomo de mula.
A partir del viaje de Sigérico, los Arzobispos de Canterbury y York continuaron la tradición de llegar andando a Roma para recibir el palio de manos del Papa.
De acuerdo a los registros la vía poseía una red de albergues y hospitales como la del Camino de Santiago.
El laberinto
El laberinto es el motivo recurrente a lo largo de la Vía Francígena. En la antigüedad el laberinto representaba un acto de peregrinación a cuyo centro o corazón había que llegar para después encontrar la salida. Eran laberintos en espiral o en forma de Meandros que representaban la sinuosidad del viaje.
El laberinto se identifica con el nacimiento. La muerte, el vientre materno y la iniciación. Simboliza también el renacimiento a una nueva vida, igual que una peregrinación. Por eso las personas que en la Edad Media no podrían emprender el camino hacia Roma o Jerusalén recorrían de diferentes maneras los laberintos que existían en las principales catedrales europeas.
De estos laberintos quedan algunos ejemplos en el suelo de la catedrales de Amiens y Chartres en Francia. A lo largo de la Vía Francígena se pueden ver diferentes placas e inscripciones relacionadas a la simbología del laberinto, como en la Catedral de Lucca, Siena o Pietrasanta en Italia.